martes, 6 de octubre de 2009

12 / 8 / 2000 El deporte y los pibes



DIA DEL NIÑO: HISTORIAS DE LOS CHICOS ARGENTINOS


La identificación con los ídolos, la presión de los padres, el mundo superprofesionalizado y la función de la escuela. Cómo crecen los niños en las reglas que hoy plantea la relación juego-competencia.


MARCELO MALLER Y MIGUEL FRIAS


E
n la víspera del Día del Niño, la historia de Ignacio Achábal podría ser un ejemplo de la estrecha relación entre los chicos argentinos y el deporte. O podría aliviar a algunas madres preocupadas por la adicción de sus hijos al fútbol. Ignacio tiene 9 años y es, como tantos chicos, fanático del fútbol. Pero eso no constituye una barrera intelectual para él: por el contrario, lo impulsó a leer, a estudiar geografía y —más tarde— a interesarse por la medicina, la paleontología y el periodismo. "Empecé a aprender las letras y números a los tres años, durante el Mundial de los Estados Unidos —cuenta—. Me sentaba con el álbum de figuritas y trataba de reconocer las banderas: las buscaba en el Atlas. Ahora leo libros de la historia de los mundiales. ¿Querés competir a ver quién sabe más?"

Tras derrotar sin mucho esfuerzo al periodista de Clarín, Ignacio cuenta que a sus padres no les interesa en absoluto el deporte. "Mi papá trabaja en un hospital y no ve los partido de la Selección. Pero a mí me gusta mucho el deporte y él me llevó a la escuela de fútbol Vieytes, a nadar en Sportivo Barracas y a jugar al rugby en Club Argentino, de Avellaneda. Además, tengo vóley en el colegio ¿Si pienso que voy a llegar? No, lo mío es amateur. Yo quiero ser periodista deportivo y por ahí médico. Y por ahí contestar en algún programa sobre las Copas del Mundo".

Ignacio reconoce una sola herida deportiva: ser hincha de Racing. "Alguna vez pensé en hacerme de Vélez o River, pero sigo porque tenemos la mejor hinchada". El fútbol, sin embargo, causa traumas más serios en otros chicos. Marcelo Locane, profesor de Educación Física, director de la Escuela de Deportes Nueva Generación, explica: "Sería genial que los nenes jugaran a puertas cerradas o en canchas vidriadas, como en el padel. Porque la presión de los padres les come la cabeza. Tengo mil anécdotas. Una vez hice un cambio y después escuché al padre retando al nene de 7 años que había salido. Le decía que se había equivocado, que iba a terminar jugando a las muñecas."

Locane cuenta historias de madres desaforadas insultando a un árbitro o de entrenadores sobreexigentes que demuestran saber más de deporte que de psicología infantil. "Una vez, un padre me dijo "¿Sabe lo que pasa? Necesito exigirlo al pibe porque estoy sin laburo". La psicóloga Vanesa Viegas agrega: "Al elegir un deporte se pone en juego tanto el deseo de los padres como los modelos de identificación social". Una prueba de ésto es que, más allá de la desaparición de 2.000 potreros en los últimos 30 años, en los 90 hayan aparecido las escuelas que atraen a los niños (y padres) a través de nombres de jugadores famosos.

En el ambiente del rugby —unos 10.000 chicos de entre 7 y 14 años juegan sólo en Buenos Aires— saben el influjo que tiene sobre los chicos el grado de exposición de Los Pumas en los medios. En la Federación de Atletismo Metropolitana, en cambio, lamentan que pocos niños se dediquen a esta actividad, a pesar de que es barata. "En la Capital hay solamente unos 50 menores federados. Los nenes no tienen grandes incentivos, porque les faltan ídolos para seguir", asegura Hernán Carnari, miembro de la Federación.

En otros deportes, como el automovilismo, se repite el fenómeno. La categoría karting, para chicos que tienen entre 7 y 11 años, tiene más de 150 federados que llegan a correr a 92 kilómetros por hora. Muchos de estos niños se llaman Ayrton, en honor a Senna, piloto brasileño de Fórmula 1 que murió en un accidente en 1994. Daniel García, ex capitán de la Argentina en la Copa Davis, se refiere al deseo de los menores que se inician en el tenis: "En general, no hacen cálculos económicos. Pero quieren salir en los medios, ser conocidos".

No es tan así en el fútbol. Claudio Morresi, ex jugador de Primera que tiene una larga trayectoria en trabajo con inferiores, explica: "Los chicos quieren imitar a los futbolistas que ven en los medios: quieren que la gente los aplauda. Aunque en los últimos tiempos algunos empezaron a hablar de dinero o pases a Europa". Algo preocupante. Sobre todo si se toman en cuenta cifras como las publicadas en el libro La infancia hecha pelota —de Carlos Benítez y Sandra Commisso—: entre el 95 y 96 por ciento de los chicos que juegan al fútbol en ligas de menores no llega a Primera División. Otro dato del libro que da una dimensión del fútbol infantil en la Argentina: "Se estima que en Buenos Aires unos 20.000 chicos y adolescentes juegan en campeonatos de menores", agrupados en la Federación de Escuelas de Fútbol Infantil (FEFI), la Federación Amistad del Fútbol Infantil (FAFI) y Federación Deportiva de Buenos Aires (FEDEBA).

Es muy importante la práctica de deportes menos convencionales en las escuelas. Y 50.000 chicos están en 1.128 escuelas de formación deportiva en todo el país. Para algunos especialistas, estos lugares deberían tener una lógica deportiva distinta a la de los clubes importantes. Gunardo Pedersen, de la Dirección de Deportes de la UBA, opina: "En un mundo globalizado regido por las leyes de mercado, donde el egoísmo crece, es lógico que las patadas se hayan transformado en herramientas aceptadas y hasta exaltadas. El deporte se manifiesta en el mismo sentido que el resto de las actividades. Y la escuela debe ser un lugar de amparo, de gestación de cambios sociales. Es fundamental que el deporte grupal en las escuelas incluya el aprendizaje del respeto y la solidaridad. Hay que oponerle estos valores a la hipercompetencia actual".


Investigación: Romina Citro


Fuente : http://www.clarin.com/diario/2000/08/12/d-00801.htm

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