sábado, 17 de octubre de 2009

5 / 10 /2009 EL FÚTBOL INFANTIL Y SU PEOR CARA

Los chicos juegan, los padres avergüenzan

Las categorías 99 de Mediterráneo y Don Bosco, dos clubes matanceros que participan de la Liga FEFI de fútbol infantil, se enfrentaron el sábado pasado y fueron partícipes de un hecho bochornoso. No, los chicos de diez años no hicieron nada. Sí varios padres, que por sus gritos y protestas obligaron al árbitro a suspender el partido. Los pibes terminaron llorando. Lamentable.

Por Jorge Fuentes

El tipo, cuarentón, estaba adentro de la cancha, insultando al árbitro de todas las maneras imaginables. Al lado estaba su hijo, de 10 años, llorando. Cerca de ellos había más chicos lagrimeando y más padres gritando, completamente sacados. Esta postal de la vergüenza fue extraída de un partido de fútbol infantil, de la Liga FEFI, en una cancha de Ramos Mejía.

Pasó allí, pero también ocurre en otras partes. Y todos los fines de semana. Pero vale tomar este caso en particular, por cercanía y porque el autor de esta nota tiene un sobrino, integrante de la categoría 99 de Don Bosco, que fue testigo involuntario de esta demostración de estupidez humana.

Casi no importa cómo se desencadenó el problema. En esta ocasión fue por un fallo discutido de un árbitro que a un grupo de padres de los chicos de Don Bosco no le gustó y decidieron hacerlo saber insultando al árbitro y gritando de manera exacerbada delante de los chicos.

Hay veces que este tipo de conflictos se desatan, también, porque los padres les gritan barbaridades a sus propios hijos, cosas como “corré, cagón” (esto es cierto, no es una figura) o alguna otra salvajada. O porque se la agarran con el técnico que no pone a sus hijos. En cualquier caso, lo único que logran es que el chico sufra y no disfrute de jugar a la pelota.

Un reconocido técnico de Inferiores, en una charla informal (y “off the record”, por eso no se lo nombra) le confesó en una ocasión a El1 Digital, que “lo peor del fútbol juvenil no son los empresarios, ni los dirigentes, ni los técnicos: lo peor son los padres de los chicos, que los presionan y sueñan con salvarse gracias a ellos”.

Javier Villarreal, entrenador en las Infantiles de Almirante Brown, coincide con esta apreciación. “Muchos padres son futbolistas frustrados y piensan que sus hijos van a ser como Maradona o Messi. Así, lo único que hacen es cargar de responsabilidad a los chicos que solo tienen que preocuparse por jugar y divertirse”, aporta.

Pasó en un partido de chicos de diez años en Ramos Mejía. Pero no es un caso aislado. Lamentablemente. Los pibes quieren jugar, pero sus padres no los dejan. Y no solo eso, los hacen llorar. Como pasó con los de las 99 de Don Bosco y de Mediterráneo. Entre tanto despropósito, uno de esos chicos, jugador de Don Bosco, expresó la única frase sensata de esa vergonzosa tarde: “Ojalá que los padres no vengan nunca más”.

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