miércoles, 7 de octubre de 2009

16 / 1 / 2009 Con los chicos… ¡NO!

Desde hace tiempo se viene sufriendo con aquello de la violencia en el fútbol, grandiosa demostración que perdió su esencia deportiva para consumirse casi en una ‘sucursal’ más de la violencia y los negocios mal habidos, ejemplo que inclusive llega al mundo infantil. Paradójicamente los hechos han demostrado que la desvirtualización del fútbol viene sustentada en un título que de por sí, no debería traer consigo tanta ‘malaria’: el profesionalismo.

El ser profesional en el fútbol pasó de ser sinónimo de orgullo en el seno de una familia, a ser una obligación para todos los que dentro de sus sueños infantiles o juveniles se han atrevido a patear una pelota, acción que según padres y familiares será la salvación económica.

El negocio que reemplazó al deporte le cambió el ‘chip’ al aficionado, el mismo que ahora asiste al estadio a insultar y a burlarse de los jugadores porque de 33 partidos a jugar en el año “no son capaces de ganarlos todos”.

Y lo grave de la gran mayoría de estos hinchas del profesionalismo desbordado y mal entendido, es que van a cada cancha con sus hijos de la mano. Los pequeños por ende, absorben lo que ven y aprehenden dicha teoría, sin saber que ellos pueden llegar a ser víctimas del mal ejemplo de sus padres.

Porque los mismos padres que insultan a los profesionales, aunque parezca increíble, son capaces de descargar similar energía cuando llevan a sus hijos a que participen con sus diferentes clubes o escuelitas infantiles.

Entonces, se amargan si su hijo de menos de diez años de edad ese día no hizo lo que según ellos debería hacer en la cancha; se enojan si el profesor (no el técnico, porque los niños no deberían tener directores técnicos sino maestros) no lo pone como titular o lo hace jugar poco; se frustran si el árbitro no sanciona, y tienen mil reacciones absurdas más, olvidándose completamente de que su hijo no es un jugador de fútbol en miniatura, sino un niño.

¿Y el chico? Aparte de aprender malas acciones, que seguramente va a repetir cuando le toque a él ser adulto, ¿podrá disfrutar algún día de lo que supuestamente es hacer deporte en esa edad? Si decide en algún momento tirar afuera la pelota y dedicarse a otra cosa podrá hacerlo sin encontrar esta respuesta: “cómo se le ocurre mijo si yo hice todo para que sea un futbolista profesional”…

Un día me topé con una frase con suficiente sentido para el caso: “Si usted quiere un campeón en su familia, vaya y entrénese. Mientras tanto deje que su hijo disfrute y juegue feliz”.

Según el libro “Mi Hijo el Campeón”, de los psicólogos especializados en deporte Marcelo Roffé, Nelly Giscafré y Alfredo Fenili, las sabias palabras fueron extraídas de un cartel de un club estudiantil y deportivo cualquiera de los que abundan en Buenos Aires, Argentina.

Dichos autores se encargaron de recopilar miles de experiencias, consejos e historias relacionadas con el mundo de las presiones que ejercen algunos padres y su entorno sobre chicos que apenas comienzan en esto del competir sanamente y terminan envueltos en un mundo de gritos, corridas, lágrimas y violencia.

Como el tema es tan extenso y tiene tantas aristas, difícil de tocarlas todas en tan poco tiempo y espacio, sería bueno dejarle por lo menos algo para la reflexión a aquellos que hoy en día están encargados de formar (profesores y padres de familia) a los futuros futbolistas:

Para tener en cuenta

*Ganar no lo es todo, ni siquiera es lo más importante.
*El fracaso no es sinónimo de derrota.
*El éxito no es sinónimo de victoria.
*Se debe enseñar a los niños que el éxito consiste en luchar al máximo por conseguir la victoria. Refuerzan tanto los esfuerzos como los resultados.
*Establecer expectativas realistas y alentar para lograr los objetivos.
*Graduado de la Escuela Nicolás Avellaneda, Buenos Aires, Argentina como Director Técnico y periodista Deportivo.

Fuente:http://www.vanguardia.com/deportes/futbol/18025-con-los-chicos-ino

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